El Monte Testaccio y nuestro aceite de oliva - Aceitunas Fragata

 

Hoy en día, el aceite de oliva es un ingrediente indispensable en la cocina, pero ¿sabes cuándo se empezó a utilizar?

Hay que remontarse unos cuantos años atrás, cuando pueblos como los romanos, griegos y fenicios, se iniciaron en el cultivo de olivos y la extracción de aceite, aunque es en la Grecia antigua donde toma la importancia que mantiene hoy en día.

Allí, el olivo era considerado un árbol mágico ya que su origen se asociaba a los dioses y simbolizaba la inmortalidad, la victoria y la fertilidad. Para los griegos, sus ramas transmitían mensajes de paz y de tolerancia entre pueblos.

Fue con la llegada del Imperio Romano cuando se produjo su máximo esplendor, ya que el pueblo romano utilizaba el aceite de oliva para alimentarse, iluminar sus casas y ciudades, perfumarse, curar y aliviar enfermedades e incluso como ofrenda a los dioses, esto hizo que cada vez resultara más complicado abastecer a todos sus ciudadanos.

Por esto, el cultivo de olivo se expandió y llegó a Hispania, nombre que se le dio a España cuando era provincia romana, convirtiéndose en el aceite mejor valorado del imperio por su enorme calidad, concretamente, el aceite de oliva procedente de la Bética (lo que hoy conocemos como Andalucía).

Fue este aceite de oliva el que se empezó a transportar hasta Roma, la gran capital.

Para hacerlo se utilizó la vía marítima, por lo que los barcos llegaban a Roma a través del río Tíber, cargados de ánforas que contenían ese “oro líquido”, de ese puerto, eran llevadas al barrio Testaccio.

Reutilizar las ánforas en las que se transportaba el aceite era complicado debido a las propiedades oleosas del mismo y, trasladarlas de nuevo a sus lugares de origen era muy costoso, por lo que, una vez eran vaciadas, se transportaban mediante burras a un lugar donde se rompían y se apilaban de manera uniforme y rociaban con cal para evitar malos olores y poder seguir añadiendo más capas.

Así es como surgió el monte Testaccio o Monte dei Cocci.

En contra de lo que se pueda pensar, este lugar no era un basurero, sino una estructura muy bien diseñada, fruto de la meticulosidad, en la que había terrazas y muros de retención creados también con los trozos de cerámica, su construcción empezó en el siglo I d.C. y terminó en el siglo III.

Se calcula que, con el aceite contenido en las ánforas que lo forman, se abasteció durante 250 años las necesidades de una población de medio millón de personas.

¿El resultado a día de hoy?

Una colina de forma triangular cubierta de vegetación formada por los restos de unos 53 millones de ánforas de cerámica que alcanza los 54 metros de altura.

Sin duda, un parque arqueológico que merece la pena visitar si se viaja a Roma, ya que es todo un símbolo de la cultura de uno de nuestros productos más emblemáticos como es el aceite de oliva.

 

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